Don Quijote de la Mancha escribe en pocas líneas el primer manual de urbanidad, que habla de la importancia de la imagen personal. Le ofrece a Sancho las siguientes palabras, cuando éste se despide para gobernar la isla de Barataria.
…“En lo que toca a como has de gobernar tu persona y tu casa, Sancho, lo primero que te encargo es que seas limpio, y que te cortes las uñas… No comas ajos ni cebollas, porque no saquen por el olor tu villanería. Anda despacio, habla con reposo, pero no de manera que parezca que te escuchas a ti mismo, que toda afectación es mala. Come poco y cena más poco, que la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estomago”…
El iluso Quijote pretendía evitar a su amigo, un desastre, ya que iba a ser objeto de todo miramiento, entre sus colaboradores y súbditos. Esperaba que Sancho mantuviera códigos de conducta de imagen personal, que le permitieran ocultar hábitos que produjeran rechazo a los demás y en consecuencia una mala imagen que transmitiera distanciamiento, decepción o pérdida del poder de influencia sobre el otro.
A lo largo de la historia, los manuales de urbanidad han dado mucha importancia al cuidado de la imagen, que afectarían las propias condiciones físicas de nuestro cuerpo, el lenguaje no verbal con que nos expresamos y la vestimenta que nos recubre y personaliza.
Es fundamental en nuestra actividad laboral, y en nuestra vida social, causar una primera buena impresión. De esa primera imagen, puede depender un trabajo, un contacto de negocios, una relación de amistad o de pareja.
Debemos de preocuparnos que nuestra imagen personal no sea una muestra de vanidad, sino que muestre una cortesía elemental hacia nuestros semejantes. Debemos de aceptarnos como somos, y hacer lo posible a nuestro alcance para mejorar nuestra imagen. La imagen no se proyecta sólo en ese magnetismo que tenemos todos, en menor o mayor grado.
Es fundamental para la etiqueta de hoy: cómo nos vestimos, el tono de nuestra voz al hablar, la forma en como nos expresamos, hasta en los momentos más íntimos.
Todos estos elementos es lo que llamamos estilo, y no hay duda de que cada individuo tiene su estilo personal que lo distingue de los demás.
Una imagen personal, y un estilo correcto pueden, llegar a ser más importantes que la belleza física.
Un funcionario, un ejecutivo puede ser muy eficaz, tener ideas brillantes y ser muy competente…, pero si tiene una mala imagen, si no se comporta bien socialmente, llevará un peso tan grande que no le permitirá ser un triunfador.
La primera imagen que transmitimos a los demás, son un conjunto de rasgos, tanto interiores como externos, que antes de comenzar una relación se convierten en nuestra primera tarjeta de presentación. Por eso es fundamental observar todos los detalles de nuestro cuidado, dado que son ellos el principio de nuestra personalidad.
Estamos viviendo en la época de la imagen tanto personal como empresarial. Hablamos de la elegancia de un político, o lo grosero de otro. Hablamos de la imagen de una empresa, como factor importante dentro del mercado.
Cuando no conocemos algo por dentro, es claro que lo que deja ver por fuera puede llevar a conclusiones no correctas sobre la persona o institución. Y eso en esta sociedad puede ser muy peligroso. Esto lleva a pensar realmente que la primera imagen es fundamental, ya que una mala imagen puede producir efectos negativos de difícil reconducción.
Entonces, el cuidado del aspecto personal, los movimientos del cuerpo, el cuidado al hablar y la observancia de las reglas de cortesía utilizadas en el trato social darán la impresión de orientarnos a algo que en estos tiempos sería lo que más “vende”.
Pero lamentablemente la desconfianza se ha instalado en nuestra sociedad, y no confiamos sólo de esa primera imagen, sino que deseamos valorar más minutos de esa primera imagen o tarjeta de presentación. Y queremos comprobar su permanencia en el tiempo, dado que si no se convertiría en lo que se dice “pura fachada”.
Dos palabras que tiran por tierra los mejores consejos que se quieran dar para causar una buena impresión:
Óscar Wilde decía, “Sólo un imbécil juzga por las apariencias.” Pero el más imbécil sabe hoy que las apariencias engañan. Dado que en las relaciones sociales hoy no se aspira en quedar bien sólo en el primer momento, sino quedar bien en forma constante y permanente.
Mostrarse bien en el primer momento es la mejor garantía de credibilidad o de continuidad. Saber adaptarse al entorno quizá sea la mejor táctica para transmitir una buena imagen personal. Probablemente hoy no tenga la mejor imagen la persona que come de acuerdo con los criterios clásicos, sino la que sabe comer en cada ocasión de acuerdo con las circunstancias y al entorno. Hoy no tiene la mejor imagen quien lleva el mejor traje, sino el que ha sabido adaptar el vestuario a su personalidad.
Hoy la imagen personal que uno debe transmitir es la que más se acerca a su forma de ser.
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